La tristeza es un recurso artístico muy utilizado, tanto por quienes crean como por quienes consumen. Por un lado, es habitual que necesitemos expresar nuestra tristeza de alguna forma, buscar consuelo en alguien o en algo, como he explicado antes. Por otro lado, nos identificaremos mejor y sentiremos más simpatía hacia aquellas creaciones capaces de plasmar algo íntimo que somos capaces de experimentar. ¿No es acaso, la tristeza, una de las emociones más íntimas que tenemos? Está relacionada, a fin de cuentas, con nuestra vulnerabilidad.
Si la tristeza es algo tan íntimo y representa una vulnerabilidad, ¿por qué nos gusta leer relatos tristes? ¿Por qué quien lee se engancha más fácilmente cuando hay elementos de tristeza?
la tristeza en la obra (Ladrona de Libros)
el sentimiento de desolación aparejado a la catástrofe humana de la que fue testigo el mundo en un periodo muy corto de tiempo. Ladrona de libros no es una excepción: el hecho de que su protagonista sea una niña de corta edad e indefensa ante la barbarie, que encuentra en los libros su mejor refugio blindado, nos coloca en una perspectiva diferente desde la cual enfrentarnos a la brutalidad cotidiana de la Segunda Guerra Mundial.
Al asomarnos a este cuento en el que no se disimula el brillo de valores como la amistad y el valor es fácil que las emociones se vean destapadas. En un careo constante con la muerte, que rozará a cada rato a los protagonistas en un macabro juego, veremos relucir la esperanza de muchos inocentes.
resumen de la obra
La historia comienza con la muerte de un narrador un poco inusual. Liesel Memminger, una niña de 10 años que vive en la Alemania nazi, fue adoptada por su madre y su hermano, quienes fueron asesinados camino a la nueva ciudad de Morkin. En el funeral de su hermano, una de las personas que ayudó a perder el libro: "Gravedigger's Handbook". Liesel tomó el libro y se convirtió en el primer libro que robó. El problema era que no podía leerlo. Cuando llegó a Molching, conoció a sus nuevos padres Rosa y Hans Hubermann. Ella era un poco grosera, pero él era muy lindo y le enseñó a leer. Rudy se convertirá en su mejor amigo.Para celebrar el cumpleaños de Fürher, se escribió un libro sobre escritores y sujetos judíos y comunistas, pidiendo su muerte. Liesel, descendiente del Partido Comunista, se dio cuenta o asumió que Adolf Hitler debería lidiar con todas las desgracias que experimentó. El odio de Liesel por él se ha vuelto peligroso para una joven de la Alemania nazi. Cuando terminó la quema, Liesel tomó el segundo libro "El hombre que se encoge de hombros". Poco después llegó Max, un joven judío refugiado de Huberman, que sufría de hambre y fatiga. Max y Liesel se hicieron muy buenos amigos. Liesel también se hizo amiga de la esposa del alcalde, cliente de Rosa, quien le permitió leer en la biblioteca.
Hans fue reclutado por la Gestapo para aceptar el castigo, lo que también hizo que corriera hacia Max para alimentar a un judío en un desfile. Rosa (Rosa) le entregó a Liesel (Liesel) Max (Max) dejó un libro, este es un artículo muy preciado para las niñas. En febrero de 1943, Hans resultó herido poco después de regresar. En agosto, Liesel volvió a ver a Max durante la marcha judía, lo que la llevó a ir con el hombre que era completamente invisible para el oficial nazi, fueron azotados, pero Rudy salvó a Liesel.
final triste
La ciudad es bombardeada convirtiendo a todos los edificios y casas en escombros. Los padres adoptivos de Liesel y sus vecinos mueren pero ella logra sobrevivir porque se encontraba en el sótano escribiendo en el cuaderno que Max le regaló. En la última toma, se muestra a Liesel ya como una escritora consagrada en un lujoso departamento capitalino. Esa escena refuerza una mirada individual sobre la “salvación” que poco invita a pensar en la liberación (y en la lectura) en términos más colectivos. En este sentido, la película se apoya de alguna manera en una tradición liberal de relatos sobre los totalitarismos que reivindica la fortaleza personal de ciertos individuos que logran oponerse a un régimen que niega su autonomía. En este sentido no contribuye a profundizar la reflexión en términos sociales más amplios que den cuenta del lugar de la “lectura” como un terreno de disputa donde más que “individuos vs régimen” hay distintos sectores sociales en pugna, donde unos colaboran, otros callan y sólo algunos resisten.
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